Es viejo, feo, calvo, con unas orejas desproporcionadas, boca de pato, buche arrugado y pelos en la espalda.
¿Por qué entonces tiene esa cara de satisfacción?
Posiblemente porque se ha estado follando un culo de niñato durante un buen rato y ha acabado lefándole toda la cara de niñato. Esta cara de niñato:
Los dos felices amantes son los protagonistas de una escena de acción de las que corren por Internet. He llegado a obsesionarme con ella en los últimos días. Es un ejemplo casi perfecto de perversión maduro-joven. Con final feliz, claro. Porque hay jovencitos que se dejan seducir por verdaderos trols. Lo cual es una variable mucho más morbosa y de mi estilo, por qué lo voy a negar.
Pero analicemos la escena en cuestión, el equivalente hollywoodiano de mis propias experiencias con maduros definitivamente feos:
La escena empieza con el efebo sentado absurdamente en tierra de nadie. El maduro pasa, buscando guerra, e inicia el rito de apareamiento. El tipo, como he dicho antes, es un retaco calvo y arrugado. Pero le hecha un par de cojones. Su pose y actitud es como de merendarse un par de culitos cada día. Y eso pone mogollón. Lo del cigarro es un truco de puta madre para dártelas de macho y potenciar una boca de baboso.
Es el típico caso en el que el joven se pone cachondo y decide irse a casa del otro no por un tema físico. Sino por morbo puro. Por follar con un tipo que podría jugar con su abuelo al mus en el bar. De un rubito así se espera que le meta mano a la jefa del equipo de animadoras hasta dejarla preñada en el aparcamiento del baile de promoción. No que se deje petar el culo por un viejo con cara de sapo.
Llegamos a una escena clásica:
la escena del sofá. "Esto es la cocina, esto es el salón, siéntate y cuéntame cómo te va el cole". Me encanta cómo el maduro se exhibe ante el chaval, quien a su vez está intentando mantener en tensión su pose modosita.
Llegamos al momento crítico: en el que cada uno se desnuda por su lado, por acelerar el momento, y se ponen todas las cartas encima de la mesa. Haced click en la imagen porque la he colgado especialmente grande para que captéis el contraste:
¿Es o no es una monada el chaval? Atlético, carnes prietas, piel blanquita y sazonado por un poco de vello que lo aparta de la senda de las niñas y lo mete en el campo de los hombres. Con un generoso par de cojones que cuelgan orgullosamente.
El viejo... ¿es o no es el puto Cuasimodo? Jorobado, arrugado, con los pelos abandonados en los lugares poco adecuados. Y congelado en una postura nada dignificante.
En un mundo sin guión, sería el momento en que el chaval cobrara conciencia de lo que iba a hacer. De escoger voluntariamente destruir el orden social y las convenciones biológicas y morales. De consumar un apareamiento depravado. De pensar en mamá y en cómo se horrorizaría de verlo así.
Ah, pero espera.
El macho se incorpora. Y, oye, no está tan mal.
Tiene una parte delantera potente. El tío se ha cuidado el cuerpo. Y esos pelos son super cachondos. Sobre todo con esas canitas. Y el pedazo pollón que tiene no es nada desdeñable. ¡Joder con el viejo!
Lo que este niñato pasivazo no ve, y de hecho le daría igual, es un culazo increíble. Independientemente de cómo sea el que tenga entre las nalgas, lo cierto es que el culo del tipo es un agujero negro que absorbe todas las miradas. A estas alturas, aunque te dé asco el pelo en la espalda... ¿qué más te da?
Al culo de este tío volveremos luego. Prosigamos.
Está claro que a nuestro amiguito realmente el jorobadito lo vuelve loco. Empieza por una clásica, pero efectiva, aproximación de mamada asistida: aguanta el rabo con una mano mientras chupa. Le debo a Albert un post sobre mamadas, pero adelanto que cuando el mamado adopta una postura contemplativa como la de éste, es el mamador quien tiene que asegurar la estabilidad del ajetreo.
Inevitablemente, llega la enculada.
En mi realidad, se trataría de una follada cutre en alguna cama de sábanas ridículas. Se trataría de un baboso sin ningún mérito estético e intentaría clavármela a pelo por si cuela. Se trataría de darle un punto masoquista al encuentro bailando con la más fea.
Pero en el mundo de las pelis el viejo callo acaba cobrando unas dimensiones casi épicas. Esta foto es pura plástica. Me obsesiona especialmente la composición que consiguen los muslos de ambos hombres. El paralelismo va más allá de la postura: son dos versiones del mismo muslo. Este hecho une los amantes ante mis ojos de un modo más íntimo que el pene que el nene tiene metido en el recto.
Al final, llegan las pajas que ofrecen la cara más cinematográfica del orgasmo de los chicos. Pero antes hay un glorioso tramo final de follada.
Disculpad la marca de agua, pero soy pobre. Sólo espero que por lo poco que veáis quedéis tan extasiados como yo con el modo en que este cabrón mueve su culo. Es pura poesía. Cerda. Pero poesía.
Moraleja: lo importante está en el interior... ¡de la camiseta y los pantalones!