martes, 22 de julio de 2014

Pride


'Pride' de Connor Lassey

Este blog es el testimonio de un chaval al que le gustan los hombres maduros. Que forjó su sexualidad a base de encuentros clandestinos de dudoso gusto. Que naturalizó lo feo y lo incorporó a su vida durante todo el proceso de consolidación de su vida de adulto.
He escrito múltiples entradas insistiendo en este tema. El morbo del contraste. El amante animal. La degradación del pasivo. La sumisión.
Pero la cuestión última no es dónde me llevaron mis pasos. En sí mismo, ni acostarse con maduros es feo ni ser pasivo es degradante. Lo que de verdad importa son las mecánicas mentales que me impulsaban en todo este camino.

Al final, incluso a las puertas de la mediana edad como estoy, todo se resume en algo con lo que nos topamos en el jardín de infancia: la autoestima.
Nos pasamos la vida poniendo a prueba el concepto que tenemos de nosotros mismos. Si somos lo suficientemente buenos. Si nos lo merecemos. Si nos merecen. Si sirve para algo. Incluso el tipo más deslumbrante se empeña en brillar tanto para que no nos fijemos en sus inevitables imperfecciones.

Hay quienes nos resistimos a una vida de lucha continua. La autosuperación es algo muy cansado y que no ofrece resultados fiables. Abrazar la derrota desde el principio, sin embargo, garantiza la estabilidad. La del depresivo y el llorica, sí. Pero uno sabe siempre a qué atenerse. O eso pensamos.
Porque está muy bien encerrarte en la cabina con el más decrépito de la sauna porque es lo máximo a lo que puedes aspirar. Te ahorras la cruel bofetada del rechazo y además no pierdes el tiempo en el busca-y-compara. Por no mencionar lo reconfortante que es salir follado de ahí, en oposición a los que pierden la tarde pasilleando y se van a casa con los huevos llenos por exigentes y finolis.

Si llegas a creerte de verdad toda esta mierda supongo que tienes lo que te mereces. La felicidad del bobo y la calma del loquito de atar. Pero siempre hay una grieta. En algún momento acabas cruzándote con un señor de mandíbula cuadrada y carnosos pezones que te hace desear ser mejor. Merecerlo.
Este blog está lleno de este tipo de luchas. Yo pensaba que quedarme en el lodo era lo cómodo, cuando resulta que a la mínima que quieras moverte resbalas y te hundes de nuevo hasta las cejas. E insisto: guarrear en el fango es lo que nos hace felices a los cerdos, así que nada en contra. Pero para ser feliz hay que quererlo.

Durante los primeros meses de este año tuve una epifanía. Casi literalmente me caí del caballo y el que se levantó no era ya exactamente yo. O a lo mejor es el modo en que mi dramática mente me vende la moto, claro. No iba yo a iniciar un proceso de cambio en mi vida sin echarle literatura al asunto.
Tanto es así que hace unas semanas participé en mi primer Orgullo. De un modo superficial y festivo, pero estuve ahí. Siempre lo había visto como un evento colectivo. Reclamar, a nivel global, una visibilidad que nunca puede darse por segura. Pero aquella noche, mientras me cruzaba por la calle con docenas de tíos que había idolatrado por internet y que resultaba que no eran para tanto, me di cuenta de que lo primero que hay que reivindicar es a uno mismo.

Ya ni siquiera se trata de las discusiones trilladas de por qué se necesita un Orgullo Gay y no un Orgullo Hetero o si las locas de las carrozas nos representan o no. Se trata de salir a la calle representándote a ti mismo. Cada día. Por lo menos la mejor versión de ti que puedas alcanzar. Es agotador y muchas veces frustrante pero, como digo, quedarse parado tampoco te ahorra las lágrimas.
Todo este rollo extemporáneo y algo caducado viene a que durante los últimos meses he ido quemando varias de estas versiones mías. La voz con la que os contaba mis experiencias del pasado ya no me sirve, por lo menos en estos momentos.

Siento que ha llegado la hora en que Conmaduros deje hablar a Marcos Udón. En esencia es la misma persona. La perspectiva es completamente diferente: a partir de ahora miraré hacia adelante. Y un poquito hacia arriba, con la barbilla bien alta.

viernes, 28 de marzo de 2014

Joaquín Torres, el it maduro ha llegado

En este mundo absurdo de internet, donde tener un blog se ha convertido en una profesión, existe una élite de blogueras que vive de contar la ropa que se pone cada día. Son las llamadas "it girls", que con sus consejos en plan amiga guapa y lista consiguen lo que las marcas de moda les cuesta cada vez más con sus campañas millonarias: que las niñas se gasten el dinero en la ropa y complementos que a otros les interesa.

Para mí el interés de este segmento es cero, porque ni en mis sueños más sumisos he valorado la feminización. No me interesa aprender trucos para combinar mi falda con los complementos. El sector gay de esta tendencia, que lo hay, está representado precisamente por el tipo de chico que me provoca la misma excitación sexual que una mujer: joven, delgadísimo y con tendencia a mostrar una juvenil candidez cuando no directamente estupidez.

Hasta hoy, que he descubierto el blog de Joaquín Torres.

Joaquín Torres es arquitecto y diseñador. A lo mejor os suena de verlo por la tele contando cómo le ha rediseñado la casa a la famosa de turno. Se nota que tiene una imagen estudiadísima, con su impecable bronceado, sus personales gafas y las americanas fashionistas que luce. En la linea del tipo de Madrid con dinero y un autoproclamado sentido de la moda.

Pero ahí donde un Nacho Montes me deja frío, Joaquín Torres siempre me ha llamado la atención. Es maduro, ahí está el factor clave. También tiene ese punto de aspecto tan pensado que seguro que esconde una intimidad mucho menos glamourosa. Viciosa, vamos. Ya no quedará ningún lector de antaño que lo recuerde, pero en este blog he comentado lo mucho que me excita el contraste y provocar la ruptura.

Por lo que veo a Joaquín también. Esta es la imagen con la que promociona su blog:



Él dice que es un homenaje a una foto de Yves Saint Laurent y que se presenta ante los lectores de su blog de moda al desnudo.

Bueno. Por las hechuras y cómo le quedaban las americanas era predecible que el hombre se cuida. Quizás sorprende que tanto. Sobre todo el tema abdominal. Pero si necesitaba una chispa para que este hombre me pusiera totalmente cerdo, era ésta.

Sé que el desviado soy yo. Y donde hay un homenaje, un estilo y una elegancia yo veo sexo muy húmedo.

Pero luego el pícaro de Joaquín publica un post con consejos para ponerse en forma. Y, obviamente, él es un modelo de hombre que se pone en forma. Así que la entrada está salpicada de fotos de esta guisa:


Y yo aquí sí que ya me da igual que hable de foulares o zapatos. Yo quiero sudor y vicio. Que seguro que tiene. Y mucho.

Si es que al final todos caemos. Sé de lo que hablo porque yo no gano un duro con este blog. Así que sólo me queda la otra única razón por la que la gente se abre uno: el ego.






 

viernes, 21 de marzo de 2014

Puse mi barba a remojar

Los años sabáticos tiene un algo de locura fruto del aburrimiento. Debe ser la sensación de libertad mal entendia la que lleva a romper esquemas y probar cosas nuevas. Supongo que si no necesitaras este tipo de rupturas no te tomarías un año sabático, para empezar.

Vamos, que me he dejado barba.

Y estoy follando como nunca.

Juraría, porque me lo han dicho, que lo segundo va íntimamente ligado a lo primero. Aunque me niego a atribuir el incremente exponencial de mis polvos al simple hecho de dejarme crecer pelo. También tendrá que ver la locura y la deshinibición que mencionaba antes. Me temo que ya es tarde para lanzar encuestas al respecto.

Me he convertido en aquello que buscaba a los 18 años: un tipo rozando los cuarenta, con vello a la vista y unas cuantas canas para aderezar. Con piso propio para poder follar. Y una personalidad arrolladora y una sonrisa encantadora y una inteligencia privilegiada y una cuenta corriente abultada y un bulto que nunca falla. Grosso modo.

Lejos del trauma, he abrazado con entusiasmo esta nueva etapa. Literalmente.

El punto de inflexión fue una conversación con un chiquillo en un bar. Él, uno de estos especímenes de veinteañeros que inexplicablemente despliegan una cantidad de pelo y tatuajes impensable en los universitarios de mi época. Son como osos en miniatura, pero sin ser siquiera osos.

Quizá no era exactamente así, pero nos hacemos una idea.

La conversación, en la barra de un bar de ambiente de la ciudad:

Él: Hola, siempre me han gustado mucho los tíos como tú.
Yo: Ah... ¿y cómo soy yo?
Él: Así... maduro, con canas. Interesante...
Yo: Ah...

Debo confesar que siguieron cinco segundos de shock. Es más, me di la vuelta y llamé al camarero  para pedirle otra cerveza. Las páginas de este blog son testigo de que no tengo ningún problema con la palabra "maduro". Al contrario. Pero nunca vi venir el día en que me la aplicarían a mí. Y menos con semejante desparpajo y rotundidad.

Claro que luego caí en la cuenta de que el chaval estaba haciendo una declaración de intenciones en positivo. No estaba muy seguro de cómo se traducía en la práctica lo de que me encontrara "interesante", pero decidí retomar la conversación para ver lo que era.

Por si os encontráis en una situación parecida, os aviso: "interesante" era chupármela hasta el final en el baño del bar y venirse a casa para dejarse penetrar por otros sitios más antes de la hora del desayuno.

Y muy bien. Cerrar ciclos sienta estupendamente. Ya veis que hasta me paso por aquí de nuevo.

Estoy cayendo que ahora que soy capaz de excitarme con esta nueva hornada de cachorros peluditos no es que folle más por tener barba. Es que hay el doble de tíos follables a mi alrededor...

 
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