miércoles, 2 de marzo de 2011

Comentarios antológicos: Hairy4ever acerca de las mamadas

He mencionado más de una vez lo muchísimo que aprecio los comentarios en este blog. Pues Hairy4ever me he regalado uno de los más devastadores comentarios que he tenido ocasión de recibir. Por pudor, el hombre quiso remitirlo en privado. Pero creo que merece estar expuesto al público para seguir con el debate.

¡Disfrutadlo!

Hairy4cock!

Después del esperado –pero no por ello menos bienvenido- calentón que me provoca siempre la conjunción de tus textos e imágenes, mi primitiva –por calenturienta- reacción ha sido la de estar totalmente de acuerdo contigo. Pero, a medida que la erección iba en descenso, mi mente dejaba, a su vez, de estar obnubilada. Salía el animal y volvía la pseudo-persona. Y hete aquí que, despejándose el cerebro y recobrando el raciocinio, empiezan las disensiones. Sí, en plural pero, siempre, en positivo.

La primera –que, si no te importa, abordaré al final- no hace falta estirar el hilo como si el asunto fuese un chicle barato que no diese más de sí: el tema es tan largo como un cable coaxial de fibra óptica que una Tokio con Los Ángeles.

La segunda, que ataco primero, es la inversión de roles. A priori, puede parece que el felado, por excepción, adopta el papel de pasivo. Pero, pensando en las experiencias vividas, nada más lejos, según y cómo se mire. La primera imagen que nos viene a la mente es la de un tio, empalmado, patiabierto, inmóvil, estatuario, pétreo, ausente y dejándose chupar como si entre las piernas llevase una paleta de caramelo de mármol y el rostro granítico, cual si jugase la final Mundial del Texas Holdem en las Vegas. Eso en el porno, puede, vale, de acuerdo. En la vida real, ni hablar.

Cierto que cada vez más felados adoptan tal postura –estúpidamente mimética de lo mucho visto en los Pornotubes de turno- pero un buen felado puede y debe ser activo. Verbigracia: las buenas parejas de baile pueden no tener vínculo personal alguno; pero, en cambio, a la hora de danzar, se complementan de tal manera que provocan el pasmo admirativo de todos los presentes, arrancando ovaciones en cada devaneo. Porque saben, por instinto, lo que cada uno debe hacer para alcanzar la perfección. En las felaciones, lo mismo: un buen tándem felador/felado debe llegar hasta tal punto de compenetración que, verles, sea pura sinfonía. Es decir, a la hora de felar, su sincronización, su ritmo, su tempus les hace ser uno solo. Polla y boca. Cuerpo y mente. Carne y uña. Si no, son dos tipos que van, cada uno, pegando tiros por su cuenta. Eso lo hemos hecho todos, más o menos, en cualquier arrebato de calentón que nos ha llevado derechitos a toda prisa a un cine, una sauna, un parque o cualquier otra zona de “Fast Sex” a exorcizar el demonio espérmatico que todo salido lleva en sus cojones. Pero eso es como los burgers: felatio/basura.

Si buscamos la tan en boga “excelencia” a nivel felatricio, el felado debe contribuir. ¿Cómo? De mil maneras. Tu ya apuntas unas cuantas: esas manos que tocan al felador deben transmitirle, en silencio, sólo con el tacto, el grado de intensidad, satisfacción, en definitiva, el placer que el felado está sintiendo. Como un sismógrafo: segundo a segundo. Si la felación se produce con el felado de pie y el felador hincado de bruces, las manos del primero son fun-da-men-ta-les. El felador sólo recibirá de éste el contacto de la polla en su boca y de sus manos. Nada más y nada menos. Así que el felado debe aplicarse a transmitirle, con las yemas de los dedos, con las palmas de las manos, ese mensaje-porno-morse que al felador le indique el estado de situación.

Y el felador lo necesita ¿porqué y para qué? Pues, entre muchas otras cosas –seguimos fuera del Fast Sex- para evitar la cosificación. Porque si no, el felador se puede identificar perfectamente con el agujero de una papelera, del que solo se espera que sea del diámetro suficiente para que se trague la basura que le encestemos, cual Paul Gasol de las eyaculadas.

Si la felatio se desarrolla con el felado tumbado o sentado, ahí intervienen más gestos, más tactos. Otro ejemplo: que el felador, en plena faena, note cómo los muslos del felado se van cerrando a su alrededor, atrapando sus mejillas –si el felador es del tipo “orejas desabrochadas” con más motivo aún- y que ese aprisionamiento se haga también con su ritmo, su tempus, porque el felador sentirá ese calor de los muslos, el tacto del vello; notará como las carnes del felado, con el interior de sus muslosrodeándole, le amortiguará e incluso privará del sentido del oído, con lo que el felador podrá llegar a oírse el zumbido de su propio riego sanguíneo palpitando a toda velocidad. Se sentirá, “abrazado” muslonamente por el felado, envuelto en los efluvios de sus sudores y si éste es suficientemente hábil, conjugará dicho cepo con, pongamos, un recorrido con los dedos por la base de la nuca del felador, allí dónde convergen los nervios espinales antes de entrar en el cerebro, vía bulbo raquídeo. Ésa zona –tan poco trabajada- es uno de los centros nerviosos más importantes de cualquier animal. Tanto que, en tauromaquia, es donde se da la “puntilla de gracia”; que, aquí, sería el remate sexual. Si el felado lo hace bien, verá toda la espalda del mamador erizarse por el inmenso placer con el que están siendo correspondidas sus dotes de tragasables.

Y si lo hace aún mejor, aprovechará que tiene al felador en cuclillas para, con la yema del dedo gordo del pie, acariciarle el esfinter, para que el felador sepa que, si gusta, puede darse gusto –valga el requiebro- sentándose poco a poco sobre ese dedo hasta que su ano lo atrape y engulla.

Bueno, quedando como quedan variantes como el 2X1 en doble vertiene “donde come uno, comen dos” o “a mi me daban dos a comer” –cada uno de ellos, todo un tema en si mismo- podría extenderme “ad infinitum” –que verborragia no me falta- pero sirva este par de apuntes para finalizar con la primera disensión: el tema es tan largo, vasto e interesante que si bien no podemos descuidar “cómo comemos”, queda –¡y mucho!- por hablar de “qué nos comemos”. Cierto que en el primer post sobre el tema se habló de tamaños y formas, pero quedan razas, colores y texturas higienes… y sus carencias; mitos, fantasías y realidades indisolublemente asociadas a las distintas peculiaridades de la raza humana. Como también quedan los topicazos, vía “descubrimientos”: bajarle la cremallera a un albañil nos presupone unos gayumbos sudorosos y una polla con requesón caducado; mientras que si lo hacemos con un banquero, los interiores serán inmaculados y el capullo lavado con Norit. Pues la realidad desmonta una y mil veces la hipótesis. Hay obreros cuyo interior es más pulcro que una patena y financieros trajeadísimos que llevan sus honduras a tal extremo de suciedad que son todo un catálogo de escatología andante.

Y no hablo por hablar: tiempo ha, en la red había un blog de un banquero francés que exhibía con todo lo lujo de detalles los slips eyaculados, día tras día, trallazo sobre trallazo, que se ponía para ir a trabajar. Se retaba a sí mismo a ver cuántos lechazos y días seguidos era capaz de llevar encima sin levantar sospechas olfativas entre sus compañeros de trabajo. Llegó a publicar hasta fotos de su despacho en plena Défense –el Manhattan de París- exhibiendo sus acartonados calzoncillos bajo su impoluto Armani. Ah, y su audiencia de seguidores era monumental.


5 comentarios:

  1. Bueno, no era mi intención devastar a nadie, pero ¡vaya!, gracias por el honor de subir mis líneas como entrada!

    En verdad, me dejas anonadado.
    De nuevo, mil gracias.(uff, me sonrojé y todo)

    Un Beso

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  2. Gracias por compartir tus relatos con nosotros un beso!

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  3. @Hairy anda que no tienes tú mili como para sonrojarte por esto!

    @Acuario, que conste que este relato en concreto es de Hairy, eh? :)

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  4. Hombre, mili si tengo, que hace ya un buen rato que corro por este mundo. Pero eso no quita que "la emoción me embargue y la color me sonroje" que dirían los clásicos.

    Un Beso y, de nuevo, gracias

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  5. Joder, me he quedado boquiabierto con la ponencia de Hairy. ¿Se puede decir algo más? ¡No puedo!

    Hairy, querido amigo, ¿por qué no nos honras incluyendo textos como éste en tus entradas?

    ¡Qué tío!

    Un beso

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