viernes, 24 de septiembre de 2010

Hombres encadenados

Comentaba el otro día que me atraen los hombres con metales añadidos. El piercing no es más que una forma elaborada de este tema. Su versión más asequible es la cadenita:
La pulserita ya me mola menos
Mi teoría al respecto es que esta fijación nace en mi mas tierna adolescencia, cuando el material con el que fabricaba mi mitología erótica eran los padres de familia. La cosa funciona de modo similar a cómo los heterosexuales se ponen cachondos al ver un escote o una falda más corta de lo normal. Para mí era un acontecimiento sexual que un hombre llevara la camisa lo suficientemente desabrochada como para dejar asomar algo de vello. 

Las cadenitas y medallas se convirtieron en mis cómplices en estas incursiones espía en el terreno de los machos. Es como si el perfil de hombre que usa algún tipo de colgante tuviera ya predisposición a desabrocharse un botón extra de la camisa. Y a ser velludo. Aunque posiblemente sólo recuerdo la marca que dejaron los peludos. Ya no sé dónde acaba la verdad y empieza la fantasía.

Esta foto parece sacada directamente de mi infacia. En el camping. Con el tío Ricardo dejándose ver de un modo absolutamente sexual para mi mente a medio formar. Siempre me han hecho gracia esas asociaciones de padres que velan por la moral de sus hijos y censuran actores y cantantes por sus actitudes. ¡Si seguramente el niño se ponga mucho más cachondo viendo a su padre en la playa!

Quizá ahora este modelo de atraccion masculina parezca horrible. Pero era lo que tenía en esa época. Ahora estas cosas se han sofisticado y los tíos Ricardos que de verdad me ponen son como éste:
La cadena se convirtió, entonces, en mi primer fetiche sexual. Era un símbolo que lo reunía todo:

Mirilla a lo oculto, que me permitía explorar en la sexualidad de otros hombres. Como ya digo, eran como un hito indicador de un pecho sexy, generalmente peludo.¡Quién fuera cruz para confundirse con esa mata de pelo!

Báculo de autoridad del macho alfa, líder de la manada. En una época en que para mí ser activo y dominante era lo mismo. Las cadenas eran uno de esos estímulos que me colocaban siempre en el lado pasivo de la relación. Una consecuencia del despliegue de poder físico del macho follador es el bamboleo salvaje de su colgante, que golpea rítmicamente ese pecho que yo amo.

Signo evidente de perversión. El colgante recurrente en este país es la cruz. Otros llevan la medalla de la Virgen. No me excita el valor religioso en sí mismo, realmente. Pero sí el hecho de que alguien que muestra este tipo de convicciones sea capaz de romper unos cuantos mandamientos de un certero golpe de polla en mi culo.

Luego, con la globalización, llegaron los machos americanos a nuestras vidas. Con nuevos abalarios de significado más laico y físicos mucho más poderosos:
¡Señor, sí, Señor!
¡Bienvenidos sean! Para mí el valor de la cadena es simbólico antes que estético. Siempre hay momentos en que hasta el fetiche más potente alcanza un punto ridículo que te quita la libido. Pero, en general, no le hago ascos a nada.
Ejemplo de chico tirando a joven para mi estándar, con una cadena ridículamente larga y que tiene que trabajar sus posados para la cámara. Pero, joder, quiero que me folle una y otra vez.
Rafa Mora pasado de vueltas, que si realmente viviera en España sería un cani. Pero yo no sabría decirle que no (suponiendo que él me dijera que sí).
Esta entrada ha sido realizada como respuesta a un par de reflexiones de mi hermano Conrado. Fuimos separados al nacer y ahora nos hemos encontrado en el cyberespacio. 

El nivel de coincidencia de nuestros fetiches y fijaciones es, a veces, tan brutal que me quedo sin temas de los que hablar porque creo que ya los ha cubierto él. Como en este caso, en el que él ya había expuesto su opinión sobre el tema de las cadenas.

Así que he tomado algunas de las mismas imágenes que usó él para construir mi entrada, como homenaje. He perdido la exclusiva de hablar de fetiches en la red, pero he ganado la complicidad que da precisamente no verte como un bicho raro en un mundo de sexo plastificado.

Os animo a leer su punto de vista, que es algo menos freudiano que el mío. A él le gustan ciertos tipos de cadenas pero abomina completamente de otras clases. ¡Disfrutadlo!

4 comentarios:

  1. no te puedo creer! a mi tambien me vuelven loco, pero loco mal las cadenitas en el pecho, las pulseras no tanto, pero las cadenitas que se dejan ver en el escote de una camisa me ponen a mil. la verdad es que me sorprendo en como coincido en casi todo lo q escribis. y me quede mudo cuando pusiste que te exitaba en bamboleo de la cadenita al momento de cojer, algun dia encontrare a mi hombre perfecto, y va a tener cadenita... jeje

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  2. Yo confieso que me sentí un poco decepcionado cuando empecé a ver que en Internet había tanta gente que, de hecho, estaba contando casi lo mismo que yo. Vamos, que me pensaba que iba yo a crear un blog super original y transgresor y resulta que ya había gente haciendo lo mismo desde hace tiempo y con más acierto.

    Pero al mismo tiempo fue genial compartir este tipo de fetichismos que no confesarías en una reunión con gente cara a cara. Por lo menos no de este modo tan directo. Así que cambié una emoción por otra y la verdad es que me encanta ;)

    Lo mejor de que te excite el tema de las cadenitas es que puedes encontrar a un hombre perfecto sin que la lleve... y luego regalársela tú ;)

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  3. Maravillosos hombres, maravillosas cadenas, maravilloso blog. Te leo con la polla en la mano, como muchos.

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  4. Pues muchas gracias por escribirme el comentario con la otra mano ;) Los valoro mucho y me ayudan a seguir, muchísimas gracias!

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