sábado, 26 de febrero de 2011

Me gusta comer pollas: también que me follen la boca

Estirando del hilo de lo comer pollas, una última reflexión por el momento. La de hoy tiene que ver con la figura del mamado. El que en otras circunstancias sería el activo, por aquello de meter el miembro dentro de alguien, pero que en el especial contexto de las mamadas se convierte en pasivo. Aunque se mantiene la diferencia entre un pasivo-mueble que se deja hacer como un muerto y un pasivo-activo de los que colabora y mejora la experiencia. Por no hablar del pasivo-agresivo, claro.

Decía la semana pasada que una mamada debería ser una historia entre una boca y un pene. Nada más. En ese sentido, la boca gana por goleada en cuanto a recursos se refiere. Está diseñada para hacer justo el trabajo que se plantea. Poco margen de maniobra tiene el falo, excepto dedicarse precisamente a eso: maniobrar. Pero en cuanto el pene empieza a moverse más de la cuenta nos plantamos en la frontera entre la mamada y algo muy diferente: follarse una boca.



Como dije en su momento, una felación es algo mucho más íntimo e intenso que una penetración anal. Tendré una visión retorcida del romanticismo, pero cuando chupo una polla pongo algo de mí en cada lametón, en el modo de colocar mis labios y mi lengua, en el grado en que envuelvo el miembro con las paredes de mi boca. Y es realmente hermoso conocer el sabor del semen de otro hombre. Mi involucración al dejarme penetrar es igualmente intensa y totalmente orgánica, por supuesto, pero sin tanta tontería de por medio.

Por eso, que un tío irrumpa con su rabo en mi boca y me la folle es prácticamente una violación. Negar las caricias de mi lengua y limitarse a usar la húmeda calidez para el placer propio es humillante... y por eso me mata de morbo.

La cosificación del cuerpo es algo que me puede. La verdad es que es bastante común. Todo pasivo ha fantaseado con el hecho de ser empalado como un pollo a l'ast:



En cualquier caso, la que gusta de recorrer sendas limítrofes con las áreas más pervertidas del comportamiento humano es mi mente. En el mundo real no hace falta convertir cualquier pose dominante del felado en una sesión SM.

La mayoría de felados se limita a gestos de ostentación mínimos. El más común es el de ofrecer su miembro al mamón, ya sea verbalmente "toma, chupa" o con gestos explícitos si el otro se demora más de la cuenta en tonterías.


Una vez en faena, mi consejo al activo es que se relaje y goce. La mayoría no puede reprimir las ganas de extender el vínculo creado con el otro y buscan mayor cercanía usando las manos. Me gusta la idea. De hecho voy a repetir foto porque resume lo que es la perfección para mí:

Polla y cojones hermosísimos, contrapicado, lengua que acaricia y mano que conecta pero no gobierna
De nuevo se plantea el problema de las fronteras. Si bien es normal que el mamado quiera hacer algo con sus manos lo que es completamente inaceptable son esas situaciones en las que la cabeza del mamón queda prisionera de unas zarpas torpes e insensibles. Se arruina todo.


La verdad, como suele ocurrir siempre, se esconde en las estampas más normales y cotidianas.



sábado, 19 de febrero de 2011

Me gusta comer pollas: la técnica

Tras el post de la semana pasada llegamos al quid de la cuestión: ¿cómo nos gusta más comernos una polla? ¿Cómo queremos que nos la coman?

Un activo comentarista de la blogosfera encendió la mecha comentando sus particulares preferencias. Reproduzco su comentario para permanecer fiel a la idea que expuso:

(...) cuando uno come -o a uno le comen- la polla soy del parecer que sólo es la boca la que tiene que intervenir, es decir, que las manos pueden llevarse a la zona donde a nuestro amante (o a nosotros) más complazca (culo, muslos, pecho...), pero la polla sólo debe sentir la humedad y el calor de la boca que ha deseado acogerla.


Esta es una de esas afirmaciones que te hacen pensar sobre el modo en que haces las cosas. ¿Uso yo las manos cuando me trago un rabo? Si lo hago, ¿en qué circunstancias? ¿Mejoraría la experiencia no hacerlo cuando lo hago o hacerlo cuando no lo hago?

Tras una concienzuda documentación, experimentación y reflexión he llegado a la conclusión de que sí, estoy de acuerdo, en lo que a comer pollas se refiere las manos sobran.

Lo primero que me viene a la mente cuando relaciono "usar las manos" con "mamada" son las trampitas que hacía de jovenzuelo cuando, por el motivo que sea, quería hacer creer a mi felado que me estaba tragando su sable hasta el alma misma. Colocada convenientemente, una mano se convierte en un tope que nos ahorra esfuerzo pero mantiene el calorcito. Definitivamente, es una opción para vagos y/o cobardes.

¿Veis? La puntita, nada más.

De cualquier modo, siempre habrá momentos puntuales en los que las manos se conviertan en aliados necesarios para llevar la cosa a buen puerto. Y nunca mejor dicho cuando la posición del mamado convertiría el tragarse su rabo en un juego de contorsión y habilidad extrema:



 O también cuando nos salimos del clásico guión uno-contra-uno:
 

Pero una vez salvada esta parte, convengo en que la propia felación debe ser un trabajo puramente bucal: una comunión entre la boca y el miembro viril.



El factor humedad que señala el lector del comentario es vital. Pero, al mismo tiempo, la boca ofrece un punto de unión mucho más significativo. Es mucho más personal e íntimo meterse una polla en la boca que por el culo. La penetración anal es puro instinto, la reproducción de algo que llevamos escrito en los genes desde hace miles de años. La implicación de dejarte penetrar puede llegar a ser mínima: te tumbas, abres el esfínter y ya está. A partir de ahí puedes dedicarte a hacer sudokus mientras esperas que el refrote del activo culmine en su eyaculación. Cuando te comes una polla TE LA COMES: usas hasta el último recurso de tu boca (menos los dientes; no es aconsejable) para procurar placer. Esa misma boca con la que hablas, comes, ríes y besas. Hay una diferencia radical entre acoger un pene en tu cabeza misma que al final de tu tracto intestinal.

En definitiva: chupar pollas es lo más maricón que puedes llegar a hacer. Procura recordarlo la próxima vez que acompañes a tu esposa a las rebajas de El Corte Inglés.

sábado, 12 de febrero de 2011

Me gusta comer pollas: la materia prima

Alguna vez he comentado aquí lo liberador que es tener un blog anónimo para poder decir burradas con todas las letras. Entendiendo como burradas cosas que no dirías en la sobremesa del domingo en casa de tus padres. Hoy suelto otra: me gusta comer pollas.


Lo mejor es que no sólo lo puedes poner de titular y escribir ampliamente sobre ello. Luego viene alguien que comenta sobre ello. Y luego otro. Y quizá otro más. Finalmente se genera debate sobre un tema común: nos gusta comer pollas. Y tu confesión se convierte en algo compartido, lo cual es muy bonito. A Cuca le daría un ataque. Pero es bonito.

Hace un tiempo surgió no sé dónde este tema. Ya no sé si fue aquí o en Vellohomo. O fue un comentario cruzado de alguien. No sé. La cuestión es que alguien puso sobre la mesa el debate de cuál es el mejor modo de comerse una polla. Así que le he dado vueltas al asunto y compartirlo en un par de entradas específicas. He aquí la primera:

La materia prima

Incluso a estas alturas de comepollas indiscriminado sé distinguir una buena polla de otra no tan buena. Malas no hay, claro. Pero igual que hay muchos que no sabemos cantar, hay pollas que no se han hecho para mamar. Seguramente sean maravillosas para otros menesteres. Pero no para llevarlas a la boca. 

El factor apetitoso de un miembro está, por supuesto, en la mente del mamador. A veces el instinto de mamón puede más y aparcas tu cabecita a un lado para sacarle brillo a un sable anodino. Pero siempre tenemos unos principios. Si no proceden, tememos otros.

Las pollas que disfruta más mamando tienen la mayoría de estos rasgos: 

1) Grandes

Me da igual que el tamaño importe o no. Pero en una buena comida de polla hay un factor decisivo: el recorrido. Debes poder pasar tu lengua y tus labios de un extremo a otro del miembro. Si no hay extremos, si tu boca es igual de ancha que largo es el pene, hay que cambiar la estrategia. Y no es lo mismo.

Mira... no.

 2) "Uncut"

Disculpad el anglicismo. Pero lo de "cortadas" y "sin cortar" me parece realmente significativo. Da la medida de lo que me parecen las pollas circuncidadas. Hablo, claro, desde una perspectiva 100% mamona. Curiosamente, para la penetración anal me motiva mucho más una polla sin pellejo. Como si tanto repliegue de piel pudiera entorpecer la mecánica penetradora del miembro. Pero, en cambio, un prepucio es lo más divertido que te puedas echar a la boca: lo subes, lo bajas, metes la puntita de la lengua por debajo, lo usas cual parabrisas para repartir el líquido preseminal por el glande...

Oh, sí.
3) Definidas

Hay tipos que tienen entre las piernas un manojo de piel y pelos, donde lo más representativo que encuentras son venas gruesas. No motiva nada acercarse a mamar un rabo mientras en tu cabeza suena el glugluteo de un pavo.

De todos mdos, no quiero hacer apología de las macroerecciones. A la foto anterior me remito. Al final parecerá que lo que quiero es una polla de dureza y tersura comparable al latex. Me molan los rabos reales. Aunque eso sí con cierto sentido de la proporción y la estética.

Como dicen, los extremos son malísimos:

Es que ni una ni otra. Sobre todo la otra, también es cierto.
4) Con cojones

Por culpa de este blog he ido desarrollando una filia por los cojones de los tíos que antes no tenía. Igualmente, y disculpad el juego de palabras, siempre había incluido todo el paquete en mis mamadas. Pero es que ahora voy descubriendo una fuente de poder erótico y de posibilidades de juego que antes no veía.

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