A veces me espanto de lo sumiso que soy. Sumiso entendido como hombre entregado al placer de otro hombre. Como ya he explicado, sumiso se nace.
Me da lo mismo que el otro desee azotarme hasta cansarse o darme besitos hasta que se le duerman los labios. Me encanta entregarme a lo que de verdad al otro le gusta. Jugar a lo que sea. Pero con sus reglas.
Entrega es la palabra clave: una vez he aceptado explícita o implícitamente el dominio del otro, hay pocos límites. Hay tíos que te lo plantean en términos de humillación, pero para mi no es eso. No me he sentido humillado cuando me he visto envuelto en situaciones límite. Al contrario: me he sentido elevado por el hecho de hacer gozar a otro hombre y ponerle en un estado mental de éxtasis.
Las relaciones más duras que he tenido han sido las más satisfactorias, en todos los sentidos. El sexo es algo físico y, por tanto, físicamente debes darlo todo en un polvo. Acabar hecho trizas. Resollando. Con agujetas. Sudado. Por otro lado, llegar juntos hasta el límite (quizá un poco más allá) requiere complicidad, comunión, conectar a un nivel más profundo que el físico. Sin llegar al cariño, ni al amor. Mucho menos al respeto. Conseguir encontrar ese punto perfecto es sumamente satisfactorio.
Imágenes como ésta me resultan increiblemente poderosas. No hay teatro ni artilugios. No hay ni mazmorras hechas un asco ni accesorios de cuero. Hay un chico que se entrega y un hombre que coge lo que le dan. Sin remilgos. Con seguridad.
Vuelvo siempre a las manos: las manos del activo, que ordenan y mandan. Apresan al otro en una posición de entrega total. Las manos del pasivo, crispadas. ¿Es dolor o placer? Será lo mismo que expresa esa boca abierta en un jadeo, quizá un grito. Está en la frontera entre el uso y el abuso.
Me encanta la fragilidad del pasivo: ese cuerpo blanquito, delgado y bien definido. La redondez de sus nalgas, que seguro han provocado que ahora el chaval esté mordiendo el colchón en ese rictus congestionado. ¿Había previsto que se lo follaran con tanta rotundidad cuando inició sus cantos de sirena?
Me admira la actitud del activo: tranquilo, sin exageraciones ni poses peliculeras. Se está tomando su tiempo para follarse ese culo. Da igual que el chaval gima, grite, se retuerza o llore. Lo tiene donde lo quiere tener y los disfruta como le da la gana.
Cuando ser pasivo deje de ser satisfactorio se debe ser activo es bueno dar y recibir
ResponderEliminarme encanta como te expresas. A demas que creo que tenemos unas ideas muy similares en cuanto al sexo por lo que no puedo añadir gran cosa. Pero desde luego no lo hubiera definido todo tan bien.
ResponderEliminar@ miguel: pues dí que sí! aunque dudo mucho que ser pasivo deje de dar alegrías jejejeje Pero bueno, simplemente no hay que cerrarse a nada... literalmente ;)
ResponderEliminar@ CARLOS: pues muchas gracias, de veras!
Yo no voy a tirarme el pego: soy sumiso por vago, por perro, por comodón. Porque me encanta tirarme en la cama y que sea el otro el que me lo haga todo. Pero hasta cierto límite, claro, pues tampoco se trata de actuar como un muñeco hinchable. Como dice Miguel, hay que dar y recibir.
ResponderEliminarUn beso
Ay pues mira... de hecho ser sumiso es la cosa más cansada del mundo, te lo digo... por experiencia jejeje
ResponderEliminarme encanta ser pasivo de buenos machos, el perro del grupo
ResponderEliminarPues bienvenido, jokepe, espero que aquí te sientas como en casa ;)
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