sábado, 19 de febrero de 2011

Me gusta comer pollas: la técnica

Tras el post de la semana pasada llegamos al quid de la cuestión: ¿cómo nos gusta más comernos una polla? ¿Cómo queremos que nos la coman?

Un activo comentarista de la blogosfera encendió la mecha comentando sus particulares preferencias. Reproduzco su comentario para permanecer fiel a la idea que expuso:

(...) cuando uno come -o a uno le comen- la polla soy del parecer que sólo es la boca la que tiene que intervenir, es decir, que las manos pueden llevarse a la zona donde a nuestro amante (o a nosotros) más complazca (culo, muslos, pecho...), pero la polla sólo debe sentir la humedad y el calor de la boca que ha deseado acogerla.


Esta es una de esas afirmaciones que te hacen pensar sobre el modo en que haces las cosas. ¿Uso yo las manos cuando me trago un rabo? Si lo hago, ¿en qué circunstancias? ¿Mejoraría la experiencia no hacerlo cuando lo hago o hacerlo cuando no lo hago?

Tras una concienzuda documentación, experimentación y reflexión he llegado a la conclusión de que sí, estoy de acuerdo, en lo que a comer pollas se refiere las manos sobran.

Lo primero que me viene a la mente cuando relaciono "usar las manos" con "mamada" son las trampitas que hacía de jovenzuelo cuando, por el motivo que sea, quería hacer creer a mi felado que me estaba tragando su sable hasta el alma misma. Colocada convenientemente, una mano se convierte en un tope que nos ahorra esfuerzo pero mantiene el calorcito. Definitivamente, es una opción para vagos y/o cobardes.

¿Veis? La puntita, nada más.

De cualquier modo, siempre habrá momentos puntuales en los que las manos se conviertan en aliados necesarios para llevar la cosa a buen puerto. Y nunca mejor dicho cuando la posición del mamado convertiría el tragarse su rabo en un juego de contorsión y habilidad extrema:



 O también cuando nos salimos del clásico guión uno-contra-uno:
 

Pero una vez salvada esta parte, convengo en que la propia felación debe ser un trabajo puramente bucal: una comunión entre la boca y el miembro viril.



El factor humedad que señala el lector del comentario es vital. Pero, al mismo tiempo, la boca ofrece un punto de unión mucho más significativo. Es mucho más personal e íntimo meterse una polla en la boca que por el culo. La penetración anal es puro instinto, la reproducción de algo que llevamos escrito en los genes desde hace miles de años. La implicación de dejarte penetrar puede llegar a ser mínima: te tumbas, abres el esfínter y ya está. A partir de ahí puedes dedicarte a hacer sudokus mientras esperas que el refrote del activo culmine en su eyaculación. Cuando te comes una polla TE LA COMES: usas hasta el último recurso de tu boca (menos los dientes; no es aconsejable) para procurar placer. Esa misma boca con la que hablas, comes, ríes y besas. Hay una diferencia radical entre acoger un pene en tu cabeza misma que al final de tu tracto intestinal.

En definitiva: chupar pollas es lo más maricón que puedes llegar a hacer. Procura recordarlo la próxima vez que acompañes a tu esposa a las rebajas de El Corte Inglés.

5 comentarios:

  1. me sorprendio mucho que para vos la penetracion sea solo esto: "La implicación de dejarte penetrar puede llegar a ser mínima: te tumbas, abres el esfínter y ya está. A partir de ahí puedes dedicarte a hacer sudokus mientras esperas que el refrote del activo culmine en su eyaculación"

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  2. Entre tu y Albert me estáis haciendo reflexionar en mis experiencias sobre el tema.
    Y llego a la conclusión que, como felador, en efecto, sólo la boca. Las manos las destino a otras zonas del felado; en particular, mi dedo busca su próstata para incrementar sus sensaciones corpóreas, pues me gusta notar cómo mi dedo (o dedos, según dilate) se empapa/n a medida que aumenta el placer del felado. Esa lubricación es como un barómetro, un “Índice Nikkei” del gusto que está recibiendo. Es la demostración líquida de si lo estás haciendo bien o mal. Es la “prueba del algodón”: el ojete no engaña.

    Como felado, no me gusta que me la agarren constantemente, salvo al principio, cuando se inicia la maniobra de acoplamiento; es muy morboso ver cómo el felador te la empuña por la raíz, en clara acción de anclaje y posesión del instrumento, mirándote desde abajo, con los labios henchidos y entreabiertos y la cara reflejando esa mezcla única entre glotonería y hambruna atrasada.
    Y hablando de hambrunas, otra cosa que no me gusta: esos que te la maman, a toda velocidad, con tal desespero y ansiedad que alternan sus degluciones con “Venga, vamos, córrete” “Suéltala, dámela ya”…
    Joooder… con la boca llena no se habla… ¡se come y se calla!

    Por último –y da para otra interesante serie de post; ahí dejo el aviso- me sentiría muy frustrado si, mientras te enculo, tu única reacción placentera es hacer sudokus…
    Señal que algo no estaría haciendo bien, pues el pasivo ya hace todo el trabajo –dilatación, ofrecimiento y recepción-, es justo deber del activo corresponderle en proporción.
    Por suerte, hasta la fecha –toquemos madera-, no me he visto en semejante tesitura.

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  3. Gracias, Con Maduros, por tener tan en cuenta mi personal forma de entender las felaciones de hombre a hombre, desgraciadamente y por regla general, tan poco cuidadas cuando -y siempre hablo por mí- son éstas una de las mejores -o quizás la mejor- de las muestras con las que un hombre muestra su entrega a otro a la vez que él mismo se siente receptor del deseo de su pareja.

    Y es en este punto donde quisiera hacer, con tu permiso, una nueva “reflexión” sobre este acto, una “reflexión” que no es otra que manifestar que a los que nos gusta tanto practicarlo también nos complace enormemente, a la vez, percibir que aquel otro hombre no sólo se ha bajado o quitado los pantalones para que tengamos acceso a su miembro embravecido para su único y exclusivo deleite, sino que lo ha hecho para el deleite de ambos, por muy furtiva o esporádica que pueda ser dicha relación.

    Claro está que disfruto -¡y de qué manera!- “comiéndome” una polla, pero mi placer es placer auténtico cuando percibo que mi pareja -repito: por muy esporàdica que ésta sea- entiende que me está dando placer y no sólo lo está recibiendo.

    Lo mismo me sucede con la penetración: Aclararé, no obstante antes, que sólo me penetraron una vez (era yo muy joven), y dejé que lo hiciera porque pensaba que este acto formaba parte del “ritual”, y aclararé también, como ya dejé dicho, creo que en el blog de Hairy, que no descarto ser penetrado de nuevo, pero ahora como algo que sí deseo y que creo tener completamente asumido.

    Dicho esto y enlazando con los dos últimos comentarios a este post, diré que me equivoqué de todas todas en aquella ocasión en la que me dejé penetrar porque en realidad no me apetecía, por lo que de aquel acto recuerdo más el dolor que no el placer, y dicho esto otro tan sólo comentaré que, para mí, no es lo mismo penetrar a alguien que lo desea que a alguien que te dice que, si te apetece, puedes penetrarle como si te ofreciera un “bonus” extra.

    Disculpa, por favor, la extensión del comentario, pero los temas surgidos a raiz del post de hoy me resultan interesantísimos por lo que te doy las gracias por propiciarlos y poder de hablar de ellos con toda franqueza y naturalidad.

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  4. A ver! No se me confundan! Fijaos que digo "PUEDE LLEGAR A SER", no que lo sea!! Posiblemente lo desarrollé mal en la expliación, así que no creo que meterme de nuevo en ese jardín ayude a clarificar... Pero vaya, creo que resulta obvio que sí que puedes hacer sudokus mientras te follan, pero no mientras te comes una polla. Pero ya. En fin, que no sigo ;)

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  5. Desde la primera vez que mame una verga a los 13 años, algo me dijo que las manos no intervenían...el tiempo me fue reafirmando en ese convencimiento: nunca he entendido a los que pajean frenéticamente la polla que maman. Gracias por confirmarme en mi convicción.

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