Uno de los puntos que me gusta explotar es la subversión. La sensación de no estar haciendo algo bueno. De dejar la moral en casa. Mis polvos más épicos son poco confesables, por lo sórdido. Por eso los quiero compartir desde el anonimato de internet.
Pero siempre, siempre, hay un momento de normalidad antes de la locura. Por más bajo que llegue a caer durante el polvo, hay un momento de flirteo, cita previa, conversación amigable. Disfruto esta parte también. Mucho.
Es un momento de tanteo. Sobre todo en las citas de Internet, cuando tienes a la persona cara a cara por primera vez. En mi caso es algo más. Si quedo con alguien es porque estoy seguro de que por mi parte habrá sexo. No necesito el físico para predisponerme a follar. Yo lo que hago en estos momentos es anticiparme al contraste que tanto me pone. Cuanto más majo y agradable sea el otro en la cita, más me gusta que luego caiga en el cerdeo más desatado.
Por ejemplo, siempre me ha hecho mucha gracia que cuando llegas al lugar de la cita el saludo es totalmente ridículo. Se suelen dar dos besos; hay quien incluso te da la mano. La tensión sexual está en el ambiente, seguramente le hayas visto la polla y el ojo del culo al que tienes delante, pero se saluda así.
Mi momento favorito es el del sofá.
FASE 0: llegar al sofá
Puede ser que para llegar ahí hayas tenido que tomarte una cocacola sin ganas en una terraza, superando una conversación amena e inteligente pero con un punto picante. A mí me gusta especialmente esta opción, porque al juego de la conversación se añade un extra: el polvo se decide en cuanto el que pone el sitio te invita a casa. Es decir, en cuanto despegas el culo de la silla sabes que vas a follar. Si luego hay sofá es todo aún más excitante.
La alternativa es que hayas llegado directamente a casa del otro. Eso indica que hay muchas ganas de follar. Lo cual es perfecto desde mi punto de vista, porque te estás sentando en el sofá por una convención social ridícula que hace que no te vayas directo a la cama.
FASE 1: hablar del tiempo
Primero, sea cual sea el tema de la conversación, el lenguaje corporal está hablando de otra cosa distinta. Se trata de colocarse a huevo, pero de manera descuidada. Provocar el contacto sin que se note. No bloquear la acometida del otro en cuanto se produzca.
Luego, está el tema de llevar la parte oral al terreno de lo físico. Dar el pie de texto que haga saltar la chispa. Hay quien es hábil en eso y resulta incluso gracioso el giro que usa en la conversación para empezar lo bueno. Pero también hay quien es más torpe, o va más salido, y decide cortar por lo sano: Silencio. Paréntesis más o menos largo. Incluso se suelta algún suspiro para resetear contadores. Y entonces empieza la fase del vicio. En estos casos es aún más evidente el final de la pantomima y el punto de inflexión en la actitud.
FASE 2: chispazo
El primer morreo suele ser el pistoletazo de salida. Aunque me gusta mucho más que haya algún otro tipo de roce previo. La mano en la entrepierna tanteando el paquete suele ser infalible.
Es un momento corto pero de vital importancia: se tantea la mercancía y se da la aprobación definitiva. La sonrisa torcida en plan vicioso es el modo más normal de hacerlo. Personalmente prefiero el gruñido de aprobación con algún comentario salido de contexto.
FASE 3: olvidarse que se está en un sofá
Aquí empieza el polvo propiamente dicho. El sexo se hace concreto. Me gusta mucho esta fase porque es cuando empiezan a saltar los seguros de lo racional. Es cuando le comes la polla al otro por encima del slip la gente gime como si fuera peli porno. Cuando tu camiseta se enrolla sobre si misma de un modo ridículo para dejar libre acceso a tus pezones. Cuando el mando a distancia aparece en tu cadera o le pegas una patada a la mesita del teléfono.
FASE 4: liberarse
En el momento en que es evidente que la cosa tiene que ir a más, hay que tomar una decisión: o se traslada la acción a la cama o se pervierte el uso del sofá. Sobra decir que prefiero la segunda. Pero la decisión se suele tomar después de un momento que me encanta: quitarse cada uno la ropa, liquidando lo que los cuatro magreos torpes de antes hayan empezado.
Típica escena: cada uno lo suyo. Sin mirarse. El sexo se interrumpe. Desnudarse es un trámite.
FASE 5: confirmar la elección del sitio (también llamada “follada de baja intensidad”)
Una vez desnudos, se suele retomar exactamente lo que se estaba haciendo para derivar rápidamente al modo en que se hubiera hecho de no estar en un sofá. Por ejemplo: después de conseguir liberar tus cojones de la presa del slip y el pantalón, es evidente que el otro te quiere comer el ojal, porque su lengua intenta meterse ridículamente por la abertura de la bragueta y reseguir hacia dentro. Entonces, te quitas los pantalones y te vuelves a sentar exactamente como estabas, para que el otro te coma los cojones como hacía antes. Y sólo después de 30 segundos te recuestas hacia atrás y te separas las nalgas para ofrecer el agujero.
Para el caso que nos ocupa: es mucho más fácil comerse una polla así que arqueándose lateralmente y plegándose sobre uno mismo porque se acaba el tresillo.
FASE 6: rematar la faena (o “follada de alta intensidad”)
Confieso que me cuesta no haberme corrido ya al llegar a esta fase. Para mí suele ser excesivo haberme estado refrotando desnudo con el sofá de otra persona. Este punto gamberro me puede. Poner mi ojete dilatado sobre el punto donde mañana pueda sentarse una suegra ochentona, toda dignidad. Que me coman la polla mientras mis ojos repasan las fotos familiares de la gente. Agarrarme al hogareño tapete que recubre el respaldo mientras me penetran y me gritan que soy una puta y una perra y que si quiero más polla.
FASE 7: “oh díos mío!”
El orgasmo libera. Y con la mente clara la gente suele empezar a darse cuenta de lo que ha hecho en el fragor de la batalla. Me divierte comprobar si la tapicería ha quedado mancha de sudor. O si las corridas han caído en lugares comprometedores. Mi semen en un sofá ajeno me produce un hormigueo de satisfacción.
La vuelta a la normalidad también trae de nuevo las convenciones sociales. La charla. Volverse a vestir y recuperar la compostura. Pero ahora en un clima de intimidad muy disfrutable. Eso se nota, por ejemplo, en que al despedirte te suelen dar un beso largo y caliente. Nada de dos besos en las mejillas. Mucho menos la mano.
Y para recapitular, una secuencia rápida pero que sigue el mismo esquema:
"No nos miramos"
"Nos lo complicamos"
"Nos apañamos"
MUY BUENO
ResponderEliminarLeyendo concluyo que liberarme sexualmente es, para mí, un trámite mucho más largo.
ResponderEliminarTal vez sucede que no soy una chica fácil y paso de la puerta directo por el pasillo hacia el dormitorio...
No me canso de leerte, ¡qué maestría!
ResponderEliminarUn beso
No podria estar más de acuerdo contigo. Me pone muy burro hacerlo en un sofa. Cuando quieras el mío está dispuesto
ResponderEliminarUn beso
Mmmm me encanta posar fotos video masajes mmmm escrividme buco similares yo 48 maduro pasivo
ResponderEliminarYolamascutre@gmal.com