Me gustan los hombres casados. Son mi especialidad. Reúnen todo el vicio que puede tener un hombre maduro: su físico me excita y suelen forzar situaciones súper morbosas por aquello de que su sexo es furtivo.
Además, los tabúes: ser usado como instrumento de adulterio; jugar la doble moral de un homosexual en el armario; follar con alguien que no sólo podría ser tu padre sino que, efectivamente, tiene hijos de tu edad.
Pero todo esto vino de adulto. Antes de eso todo era mucho más casual. No elegí que me gustaran los hombres y tampoco preferí por mí mismo los maduros. Hay un momento en mi preadolescencia en que tomé conciencia de que me fijaba de un modo especial en cierto tipo de hombres. ¿Curiosidad por saber cómo sería mi cuerpo en el futuro? ¿Fascinación por un modelo de masculinidad? ¿Instinto sexual latente? Bueno… ya dije que aunque este blog sea muy freudiano sólo pretendo explicarme, no analizarme.
El hecho es que, mirando atrás, desde siempre me he fijado en el señor Manolo que lleva a su prole a la playa y espera echándose una siesta a que la parienta saque el tupper con la tortilla de patatas.
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Calvo, canoso y peludo. Canas incluso en el vello del pecho. Objetivo cumplido. Vamos para nota: piernas y pies excitantes; el bronceado le da un aire más rudo. |
Simplemente ocurrió que, cuando empecé a tener relaciones sexuales, empezara con este tipo de hombres de sexualidad tosca, alejada completamente de cualquier canon. O eso pensaba yo, claro. Luego resulta que hay toda una corriente admiradora de este tipo de ejemplares masculinos.
La ironía era que este modelo de hombre tan cercano, del cual me cruzaba cuarenta cada vez que iba a la playa, era el más inalcanzable para un chaval de mi edad y condición. ¿Cómo te acercas a un hombre así en su contexto habitual? ¿Qué le dices para llamar su atención sobre tus intenciones? No puedes ser directo porque no puedes asumir absolutamente nada.
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- Hola, señor, sé que está vigilando que la nena no se ahogue en el agua pero, ¿tiene un momento? - Sí, claro, majo. - Verá, es que lo vi de lejos y me llamó la atención su cabecita canosa, con ese peinado tan formal. Me la imagino entre mis piernas, mientras usted me chupa el rabo. - Ah, muy bien. Pues luego cuando me haya comido el bocata de lomo te llevo al coche y te pego la mamada de tu vida, chaval. - ¡Estupendo! Será genial correrme en esa barriguita peluda. |
Ya tendré tiempo de contar cómo logré mi objetivo. Hoy toca hablar de los hombres casados.
Con ellos siempre he tenido ventaja. Es muy fácil ligar con ellos. La explicación amable es que el hecho de estar fuera del ambiente los ha salvado del prejuicio y la tontería. La explicación menos piadosa es que van tan salidos que follarían con cualquiera. En cualquier caso: mejor para mí. No hay nada mejor que tener éxito entre el tipo de hombres que te gusta.
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¡Y éste me gusta mucho! |
Habitat
El contacto por Internet o medio equivalente es el modo más fácil de ligar con un casado. El anonimato los desata. Luego queda el tema de encontrar un sitio, lo que suele significar alquilar una habitación por horas o irse a la sauna.
Por otro lado, la sauna es el sitio que prefiero para ir a la aventura, sin ligue previo. Hay otros, pero no tienen ducha. Supongo que en las zonas de cruising tradicionales (bosques, playas, aseos públicos) abundan los casados. Pero esa es una asignatura pendiente que tengo.
Actitud
Si un casado liga conmigo es porque le gusta el rollo de la diferencia de edad. Jugar al papi. Además, soy un chico especialmente complaciente. Por eso, no tengo un rol definido con los casados. Me excita charlar con ellos de lo que esperan de mí. Hacerles ver que conmigo pueden hacer lo que quieran. Que ya que están ahí, se desahoguen bien y hagan conmigo lo que no pueden hacer en casa.
Esto a veces lleva chascos. A menudo me ha pasado que el otro sólo quería sexo oral: precisamente su mujer lo que no le hace es mamársela. No es problema en sí mismo, claro, pero hay veces que tu instinto clama otras cosas. También están los que quieren que uno de los dos adopte un rol femenino; me gusta ser la putita de alguien pero ponerme lencería es ciertamente demasiado. En el otro extremo, la excesiva masculinidad del papá hace que a veces se pongan en un plan dominante muy mal entendido.
Perversiones
Pero cuando el rollo funciona bien, realmente soy capaz de todo. Me gusta el sexo sórdido y no tengo tabúes. Cuando tu recorrido mental ya asume seducir a determinado tipo de hombre, realmente todo lo que viene detrás ya va en el lote.
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¿Estará viendo el futbol? ¿Querrá echar una meadita entre birra y birra? |
En mi feliz e inexperta juventud follé muchísimo a pelo. Es otro rasgo de los hombres casados: abominan de los condones. No tengo reparos en decir que desde siempre yo lo he preferido así. Otra cosa es lo que dicte el sentido común, que vas adquiriendo con el tiempo y la experiencia. Sigo sano y follo seguro. Pero me siento como un exfumador. Y soy tan radical ahora con el condón como los exfumadores con los cigarrillos.
Por más que hable de papis, daddies y demás jamás he tenido ni el más mínimo pensamiento impuro con el mío propio. Ni con nadie de la familia. Pero sí recuerdo con cariño una situación curiosa: ser penetrado a cuatro patas en el sofá de un sesentón, orientado casualmente hacia una mesita con la foto de un casicuarentón que también me había enculado varias veces. Su hijo, me contó luego. Jamás me atreví a sugerir un trío. Me arrepiento tanto…
Hablando de tríos, y a pesar de que jamás he sentido atracción por una mujer, últimamente me ronda la idea de formalizar el outing de un casado. ¿No sería hermoso que su esposa compartiera el momento en que su amado por fin se expresa libremente?