domingo, 28 de marzo de 2010
Fetichismos: botas
Pero no son las botas en sí. Es todo: esas piernas, esas redondeces... Incluso esos calcetines que parece que vayan a ser de esos con la raqueta de tennis.
Es que con semejante sistema de aderencia al suelo, ¿os imagináis las embestidas que puede pegar el machote?
sábado, 27 de marzo de 2010
Fetichismos: si sólo fueran las manos...
No me decido.
¿Qué mano me gusta más? ¿La del anillo? ¿O la que se apoya en la rodilla en ese gesto tan firme?
Las botas de trabajo con calcetines blancos me ponen mucho. Ya os lo he contado. Aquí vuelven a ser lo único que lleva el muy cabrito.
Me fascina lo claro que tiene marcados los pectorales y la barriga. Se pueden dibujar con círculos. ¿Será por el pelo?n No sé. Pero de hecho no puedo dejar de mirar la línea de vello que le separa la barriga en dos. Y el ombligo.
El hombro y el bíceps del brazo derecho no son normales.
Y menos mal que las barbas tan pobladas me gustaban poco.
Conclusión:
Quiero que me azote con esas manazas. Y cuando tenga el culo en carne viva, que me lo refriegue con esa barbota al comerme el culo. Algo innecesario, porque ahora mismo estoy tan dilatado que me podria meter la gorra entera sin tocar los bordes. ¡Uf!
¿Qué mano me gusta más? ¿La del anillo? ¿O la que se apoya en la rodilla en ese gesto tan firme?
Las botas de trabajo con calcetines blancos me ponen mucho. Ya os lo he contado. Aquí vuelven a ser lo único que lleva el muy cabrito.
Me fascina lo claro que tiene marcados los pectorales y la barriga. Se pueden dibujar con círculos. ¿Será por el pelo?n No sé. Pero de hecho no puedo dejar de mirar la línea de vello que le separa la barriga en dos. Y el ombligo.
El hombro y el bíceps del brazo derecho no son normales.
Y menos mal que las barbas tan pobladas me gustaban poco.
Conclusión:
Quiero que me azote con esas manazas. Y cuando tenga el culo en carne viva, que me lo refriegue con esa barbota al comerme el culo. Algo innecesario, porque ahora mismo estoy tan dilatado que me podria meter la gorra entera sin tocar los bordes. ¡Uf!
viernes, 26 de marzo de 2010
La escena del sofá
Disfruto mucho de los preliminares del sexo. No tiene por qué ser seducción propiamente. La caza descarada y burda de una sauna también me mola. Está claro que la ambientación del polvo es importante para mí.
Uno de los puntos que me gusta explotar es la subversión. La sensación de no estar haciendo algo bueno. De dejar la moral en casa. Mis polvos más épicos son poco confesables, por lo sórdido. Por eso los quiero compartir desde el anonimato de internet.
Pero siempre, siempre, hay un momento de normalidad antes de la locura. Por más bajo que llegue a caer durante el polvo, hay un momento de flirteo, cita previa, conversación amigable. Disfruto esta parte también. Mucho.
Es un momento de tanteo. Sobre todo en las citas de Internet, cuando tienes a la persona cara a cara por primera vez. En mi caso es algo más. Si quedo con alguien es porque estoy seguro de que por mi parte habrá sexo. No necesito el físico para predisponerme a follar. Yo lo que hago en estos momentos es anticiparme al contraste que tanto me pone. Cuanto más majo y agradable sea el otro en la cita, más me gusta que luego caiga en el cerdeo más desatado.
Por ejemplo, siempre me ha hecho mucha gracia que cuando llegas al lugar de la cita el saludo es totalmente ridículo. Se suelen dar dos besos; hay quien incluso te da la mano. La tensión sexual está en el ambiente, seguramente le hayas visto la polla y el ojo del culo al que tienes delante, pero se saluda así.
Mi momento favorito es el del sofá.
FASE 0: llegar al sofá
Puede ser que para llegar ahí hayas tenido que tomarte una cocacola sin ganas en una terraza, superando una conversación amena e inteligente pero con un punto picante. A mí me gusta especialmente esta opción, porque al juego de la conversación se añade un extra: el polvo se decide en cuanto el que pone el sitio te invita a casa. Es decir, en cuanto despegas el culo de la silla sabes que vas a follar. Si luego hay sofá es todo aún más excitante.
La alternativa es que hayas llegado directamente a casa del otro. Eso indica que hay muchas ganas de follar. Lo cual es perfecto desde mi punto de vista, porque te estás sentando en el sofá por una convención social ridícula que hace que no te vayas directo a la cama.
FASE 1: hablar del tiempo
Primero, sea cual sea el tema de la conversación, el lenguaje corporal está hablando de otra cosa distinta. Se trata de colocarse a huevo, pero de manera descuidada. Provocar el contacto sin que se note. No bloquear la acometida del otro en cuanto se produzca.
Luego, está el tema de llevar la parte oral al terreno de lo físico. Dar el pie de texto que haga saltar la chispa. Hay quien es hábil en eso y resulta incluso gracioso el giro que usa en la conversación para empezar lo bueno. Pero también hay quien es más torpe, o va más salido, y decide cortar por lo sano: Silencio. Paréntesis más o menos largo. Incluso se suelta algún suspiro para resetear contadores. Y entonces empieza la fase del vicio. En estos casos es aún más evidente el final de la pantomima y el punto de inflexión en la actitud.
FASE 2: chispazo
El primer morreo suele ser el pistoletazo de salida. Aunque me gusta mucho más que haya algún otro tipo de roce previo. La mano en la entrepierna tanteando el paquete suele ser infalible.
Es un momento corto pero de vital importancia: se tantea la mercancía y se da la aprobación definitiva. La sonrisa torcida en plan vicioso es el modo más normal de hacerlo. Personalmente prefiero el gruñido de aprobación con algún comentario salido de contexto.
FASE 3: olvidarse que se está en un sofá
Aquí empieza el polvo propiamente dicho. El sexo se hace concreto. Me gusta mucho esta fase porque es cuando empiezan a saltar los seguros de lo racional. Es cuando le comes la polla al otro por encima del slip la gente gime como si fuera peli porno. Cuando tu camiseta se enrolla sobre si misma de un modo ridículo para dejar libre acceso a tus pezones. Cuando el mando a distancia aparece en tu cadera o le pegas una patada a la mesita del teléfono.
FASE 4: liberarse
En el momento en que es evidente que la cosa tiene que ir a más, hay que tomar una decisión: o se traslada la acción a la cama o se pervierte el uso del sofá. Sobra decir que prefiero la segunda. Pero la decisión se suele tomar después de un momento que me encanta: quitarse cada uno la ropa, liquidando lo que los cuatro magreos torpes de antes hayan empezado.
FASE 5: confirmar la elección del sitio (también llamada “follada de baja intensidad”)
Una vez desnudos, se suele retomar exactamente lo que se estaba haciendo para derivar rápidamente al modo en que se hubiera hecho de no estar en un sofá. Por ejemplo: después de conseguir liberar tus cojones de la presa del slip y el pantalón, es evidente que el otro te quiere comer el ojal, porque su lengua intenta meterse ridículamente por la abertura de la bragueta y reseguir hacia dentro. Entonces, te quitas los pantalones y te vuelves a sentar exactamente como estabas, para que el otro te coma los cojones como hacía antes. Y sólo después de 30 segundos te recuestas hacia atrás y te separas las nalgas para ofrecer el agujero.
FASE 6: rematar la faena (o “follada de alta intensidad”)
Confieso que me cuesta no haberme corrido ya al llegar a esta fase. Para mí suele ser excesivo haberme estado refrotando desnudo con el sofá de otra persona. Este punto gamberro me puede. Poner mi ojete dilatado sobre el punto donde mañana pueda sentarse una suegra ochentona, toda dignidad. Que me coman la polla mientras mis ojos repasan las fotos familiares de la gente. Agarrarme al hogareño tapete que recubre el respaldo mientras me penetran y me gritan que soy una puta y una perra y que si quiero más polla.
FASE 7: “oh díos mío!”
El orgasmo libera. Y con la mente clara la gente suele empezar a darse cuenta de lo que ha hecho en el fragor de la batalla. Me divierte comprobar si la tapicería ha quedado mancha de sudor. O si las corridas han caído en lugares comprometedores. Mi semen en un sofá ajeno me produce un hormigueo de satisfacción.
La vuelta a la normalidad también trae de nuevo las convenciones sociales. La charla. Volverse a vestir y recuperar la compostura. Pero ahora en un clima de intimidad muy disfrutable. Eso se nota, por ejemplo, en que al despedirte te suelen dar un beso largo y caliente. Nada de dos besos en las mejillas. Mucho menos la mano.
Y para recapitular, una secuencia rápida pero que sigue el mismo esquema:
Uno de los puntos que me gusta explotar es la subversión. La sensación de no estar haciendo algo bueno. De dejar la moral en casa. Mis polvos más épicos son poco confesables, por lo sórdido. Por eso los quiero compartir desde el anonimato de internet.
Pero siempre, siempre, hay un momento de normalidad antes de la locura. Por más bajo que llegue a caer durante el polvo, hay un momento de flirteo, cita previa, conversación amigable. Disfruto esta parte también. Mucho.
Es un momento de tanteo. Sobre todo en las citas de Internet, cuando tienes a la persona cara a cara por primera vez. En mi caso es algo más. Si quedo con alguien es porque estoy seguro de que por mi parte habrá sexo. No necesito el físico para predisponerme a follar. Yo lo que hago en estos momentos es anticiparme al contraste que tanto me pone. Cuanto más majo y agradable sea el otro en la cita, más me gusta que luego caiga en el cerdeo más desatado.
Por ejemplo, siempre me ha hecho mucha gracia que cuando llegas al lugar de la cita el saludo es totalmente ridículo. Se suelen dar dos besos; hay quien incluso te da la mano. La tensión sexual está en el ambiente, seguramente le hayas visto la polla y el ojo del culo al que tienes delante, pero se saluda así.
Mi momento favorito es el del sofá.
FASE 0: llegar al sofá
Puede ser que para llegar ahí hayas tenido que tomarte una cocacola sin ganas en una terraza, superando una conversación amena e inteligente pero con un punto picante. A mí me gusta especialmente esta opción, porque al juego de la conversación se añade un extra: el polvo se decide en cuanto el que pone el sitio te invita a casa. Es decir, en cuanto despegas el culo de la silla sabes que vas a follar. Si luego hay sofá es todo aún más excitante.
La alternativa es que hayas llegado directamente a casa del otro. Eso indica que hay muchas ganas de follar. Lo cual es perfecto desde mi punto de vista, porque te estás sentando en el sofá por una convención social ridícula que hace que no te vayas directo a la cama.
FASE 1: hablar del tiempo
Primero, sea cual sea el tema de la conversación, el lenguaje corporal está hablando de otra cosa distinta. Se trata de colocarse a huevo, pero de manera descuidada. Provocar el contacto sin que se note. No bloquear la acometida del otro en cuanto se produzca.
Luego, está el tema de llevar la parte oral al terreno de lo físico. Dar el pie de texto que haga saltar la chispa. Hay quien es hábil en eso y resulta incluso gracioso el giro que usa en la conversación para empezar lo bueno. Pero también hay quien es más torpe, o va más salido, y decide cortar por lo sano: Silencio. Paréntesis más o menos largo. Incluso se suelta algún suspiro para resetear contadores. Y entonces empieza la fase del vicio. En estos casos es aún más evidente el final de la pantomima y el punto de inflexión en la actitud.
FASE 2: chispazo
El primer morreo suele ser el pistoletazo de salida. Aunque me gusta mucho más que haya algún otro tipo de roce previo. La mano en la entrepierna tanteando el paquete suele ser infalible.
Es un momento corto pero de vital importancia: se tantea la mercancía y se da la aprobación definitiva. La sonrisa torcida en plan vicioso es el modo más normal de hacerlo. Personalmente prefiero el gruñido de aprobación con algún comentario salido de contexto.
FASE 3: olvidarse que se está en un sofá
Aquí empieza el polvo propiamente dicho. El sexo se hace concreto. Me gusta mucho esta fase porque es cuando empiezan a saltar los seguros de lo racional. Es cuando le comes la polla al otro por encima del slip la gente gime como si fuera peli porno. Cuando tu camiseta se enrolla sobre si misma de un modo ridículo para dejar libre acceso a tus pezones. Cuando el mando a distancia aparece en tu cadera o le pegas una patada a la mesita del teléfono.
FASE 4: liberarse
En el momento en que es evidente que la cosa tiene que ir a más, hay que tomar una decisión: o se traslada la acción a la cama o se pervierte el uso del sofá. Sobra decir que prefiero la segunda. Pero la decisión se suele tomar después de un momento que me encanta: quitarse cada uno la ropa, liquidando lo que los cuatro magreos torpes de antes hayan empezado.
Típica escena: cada uno lo suyo. Sin mirarse. El sexo se interrumpe. Desnudarse es un trámite.
FASE 5: confirmar la elección del sitio (también llamada “follada de baja intensidad”)
Una vez desnudos, se suele retomar exactamente lo que se estaba haciendo para derivar rápidamente al modo en que se hubiera hecho de no estar en un sofá. Por ejemplo: después de conseguir liberar tus cojones de la presa del slip y el pantalón, es evidente que el otro te quiere comer el ojal, porque su lengua intenta meterse ridículamente por la abertura de la bragueta y reseguir hacia dentro. Entonces, te quitas los pantalones y te vuelves a sentar exactamente como estabas, para que el otro te coma los cojones como hacía antes. Y sólo después de 30 segundos te recuestas hacia atrás y te separas las nalgas para ofrecer el agujero.
Para el caso que nos ocupa: es mucho más fácil comerse una polla así que arqueándose lateralmente y plegándose sobre uno mismo porque se acaba el tresillo.
FASE 6: rematar la faena (o “follada de alta intensidad”)
Confieso que me cuesta no haberme corrido ya al llegar a esta fase. Para mí suele ser excesivo haberme estado refrotando desnudo con el sofá de otra persona. Este punto gamberro me puede. Poner mi ojete dilatado sobre el punto donde mañana pueda sentarse una suegra ochentona, toda dignidad. Que me coman la polla mientras mis ojos repasan las fotos familiares de la gente. Agarrarme al hogareño tapete que recubre el respaldo mientras me penetran y me gritan que soy una puta y una perra y que si quiero más polla.
FASE 7: “oh díos mío!”
El orgasmo libera. Y con la mente clara la gente suele empezar a darse cuenta de lo que ha hecho en el fragor de la batalla. Me divierte comprobar si la tapicería ha quedado mancha de sudor. O si las corridas han caído en lugares comprometedores. Mi semen en un sofá ajeno me produce un hormigueo de satisfacción.
La vuelta a la normalidad también trae de nuevo las convenciones sociales. La charla. Volverse a vestir y recuperar la compostura. Pero ahora en un clima de intimidad muy disfrutable. Eso se nota, por ejemplo, en que al despedirte te suelen dar un beso largo y caliente. Nada de dos besos en las mejillas. Mucho menos la mano.
Y para recapitular, una secuencia rápida pero que sigue el mismo esquema:
"No nos miramos"
"Nos lo complicamos"
"Nos apañamos"
El morbo de follar a pelo
No pretendo hacer apología del bareback. Incluso si he usado la palabra “morbo” en el título es porque viene del latín morbus: ENFERMEDAD.
Pero en la vida del cazamaduros lo del condón cuesta:
Por generación
Los nacidos a partir de los 70 hemos desarrollado nuestra sexualidad con toda la información disponible y con el uso del preservativo naturalizado. Pero los maduros de hoy son los que empezaron a tener relaciones sexuales antes de la oleada del SIDA. Se tuvieron que adaptar. Algunos lo consiguieron, otros no.
Por heterosexuales
Según mi experiencia, el hombre casado (y maduro) asocia condón con contracepción. La preocupación es dejar embarazada a la parienta. Pero si la mujer toma la píldora o no hay posibilidad de embarazo por cualquier otro motivo, se folla a pelo. Es como si los casados no fueran promiscuos o no pudieran contraer enfermedades de transmisión sexual.
Por tanto, para un casado lo de tener un desliz con el culito de alguien tiene riesgo cero. Morbo mil. Claro.
Por impotentes
“Es que si me pongo goma se me baja enseguida”. Poco más que añadir, ¿verdad? Todos lo hemos oído e incluso dicho alguna vez.
Por sórdidos
Follar en un bosque o un descampado tiene serios problemas logísticos. Cuando entras en una sauna te dan un solo condón, aunque luego hay zonas claramente diseñadas para el sexo en grupo.
A veces el sexo ocurre. Puede que no estés depilado. Puedes llevar un frenazo en el calzoncillo. Puede que no se te haya pasado por la cabeza llevar un condón en la cartera.
Repito: no quiero hacer apología de nada. Pero éste es mi blog y ésta es mi experiencia. Mi primera penetración fue con un hombre casado. A pelo. Estuvimos follando durante mucho tiempo, siempre a pelo. Creo que esa relación me marcó.
Después de él vinieron más. Yo era joven y lo que quería por encima de todo era gustar. Por tanto, siempre dejaba que el otro manejara la situación entera, incluyendo el tema del condón. Por supuesto, una inmensa mayoría de ellos ni siquiera mencionaba la posibilidad de usarlo. Para mí, que había sido iniciado sin la necesidad de usarlo, ya estaba bien.
Yo no me compré mi primera caja de preservativos hasta 4 ó 5 años después de haber empezado a mantener relaciones sexuales. Y creo que caducaron la mitad. En todo ese tiempo hice verdaderas locuras. Iré contando algunas de ellas. También me he llevado varios sustos. Espero contar algunos de ellos igualmente, porque forman parte de las experiencias que cuenta este blog.
Insisto: no quiero fomentar el bareback. Es más: lo que quiero fomentar es el sentido de la responsabilidad y la madurez en el sexo.
Estamos en un momento delicado. Parece que los contagios de VIH repuntan. Hemos reducido el SIDA a una enfermedad crónica de ésas de tomarse cuatro pastillas. Ésa es la idea con la que se inician en el sexo los veinteañeros de ahora. Y la guardia se baja. Y siempre hay otro tío queriendo hacerlo a pelo.
Pero precisamente por todo esto sí que tengo necesidad de decir algo a través de este blog. Sobre todo a los chicos jóvenes que puedan leerme:
Si folláis a pelo, que no sea por NINGUNA de las razones expuestas más arriba. Que NADIE os imponga lo que tenéis que hacer. Muchísimo menos si es con algún argumento cutre esgrimido por un tipo que se cree más listo que tú. No hay ningún motivo racional por el que se folle a pelo, así que las cartas sobre la mesa. Follar a pelo es solamente
POR VICIO
Esto NO ES SEXY |
martes, 2 de marzo de 2010
lunes, 1 de marzo de 2010
Fetichismos: manos
Una mano hermosa. Grande, de dedos largos. Nudosa pero sin aparentar más edad de la que tiene.
Bien abierta, contra la piel del otro. Me gustan los contrastes de piel contra piel de jóvenes y maduros.
Me excita la seguridad que desprende esta mano.
La otra parece más fina en comparación. Está ocupada procurando el placer ansiado.
En cualquier caso, el resultado es que el culo del chavalín es poco más que un saco encima de la mesa. Seguro que goza con la mamada, pero el que manda es el otro.
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