En esto de los blogs subidos de tono hay una tendencia a exaltarse y dejar caer lo primero que uno (no) piensa. Cuántas veces no habremos visto en los comentarios expresiones de "Quiero que este hombre blablabla" o "Yo a este tío le haría blablabla".
Siempre me han hecho gracia porque suelen condensar de un modo muy transparente y honesto lo que yo intento adornar con palabrería superflua. Así que he decidido dar rienda suelta a mis bajos instintos de vez en cuando y dejarme de redacciones. Soltarlo a chorro.
Cuando me topo con uno de mis fetiches en grado superlativo es imposible desligarlo de la práctica concreta a la que van directamente conectados. Lo contrario sería raro. Como decir que te encantan las pollas largas y gordas pero luego correrte sin bajarle los pantalones.
Por eso, además, esto sirve de juego con mis sufridos lectores. A ver si con el chorreo que suelto sobre el maromo en cuestión llegáis a ver de dónde viene mi exaltación. Cuál es el elemento que desencadena mis deseos más puros.
"¡Pégame! ¡Zúrrame! ¡Castígame! Sacude mi cuerpo hasta las entrañas. Destroza mi esfínter con tus manazas. Dame la vuelta como un calcetín. Prométeme que cuando me hayas dejado exhausto y acabado me dejarás sollozar contra tu pecho."
"Cómeme el culo como un animal. Espero que no te asusten mis gemidos. Sé que no son muy masculinos, pero no me imagino cómo puedo aguantar el tipo con un huracán de pelo duro arrasando entre mis nalgas. Ya verás que es una zona sensible. Pero cuando veas que se pone roja de un modo alarmante... aprieta más fuerte".
"Voy a tragarme tu polla hasta los cojones, No digas nada. En ningún momento".